En mis aventuras y largas rutas buscando piso por Barcelona fui a parar a los barrios de El Coll y la Teixonera, lugares de esos en los que todavía no hay turistas y en los que la vida parece haberse detenido algunos años atrás. Para confirmar esa primera impresión, nos subimos un domingo por la mañana a hacer una sesión de fotos y lo que encontramos se resume en pocas palabras: vida de barrio.
Tranquilidad, paseos matutinos sin prisas, descansos al sol, saludos y conversaciones de gente que parece que el movimiento de la gran ciudad que tienen a sus pies les queda lejos. Merece la pena darse una vuelta, aunque solo sea para recordar que la gran Barcelona no es una única y homogénea, sino que acoge en su interior, zonas y personas muy variopintas.
Y todo ello da para una buena sesión de robados, de esos que en los que intentar captar la esencia de las personas y de los momentos que comparten:
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Pero volviendo a los barrios y a la arquitectura, realmente no son zonas altamente turísticas. Pero tienen rincones coquetos y edificios misteriosos y como detenidos en el tiempo de los que nunca había oído hablar ni a la gente de Barcelona de toda la vida.
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