De paseo por El Coll y La Teixonera

En mis aventuras y largas rutas buscando piso por Barcelona fui a parar a los barrios de El Coll y la Teixonera, lugares de esos en los que todavía no hay turistas y en los que la vida parece haberse detenido algunos años atrás. Para confirmar esa primera impresión, nos subimos un domingo por la mañana a hacer una sesión de fotos y lo que encontramos se resume en pocas palabras: vida de barrio.

Tranquilidad, paseos matutinos sin prisas, descansos al sol, saludos y conversaciones de gente que parece que el movimiento de la gran ciudad que tienen a sus pies les queda lejos. Merece la pena darse una vuelta, aunque solo sea para recordar que la gran Barcelona no es una única y homogénea, sino que acoge en su interior, zonas y personas muy variopintas.

Y todo ello da para una buena sesión de robados, de esos que en los que intentar captar la esencia de las personas y de los momentos que comparten:

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Pero volviendo a los barrios y a la arquitectura, realmente no son zonas altamente turísticas. Pero tienen rincones coquetos y edificios misteriosos y como detenidos en el tiempo de los que nunca había oído hablar ni a la gente de Barcelona de toda la vida.

Empezando por el Coll, quizás lo que más destaque sea el parque de la Creueta del Coll, con un estanque-piscina delicia de niños y perros y una gran escultura supendida en el aire de Chillida. El parque se inauguró en 1986, después que los vecinos reivindicaran su construcción durante 10 años en la antigua Pedrera de la Creueta, que estaba abandonada y donde se querían construir pisos.

El parque se encuentra al final de la avenida de la Mare de Déu del Coll, eje vertebrador de un barrio caracterizado por las fuertes pendientes y en el que, hacia los años 60, la fiebre urbanística extendió la edificación de forma poco ordenada, aprovechando los espacios libres que quedaban.

El barrio del Coll, situado en el distrito de Gràcia, se encuentra a unos 300 metros sobre el nivel del mar. Su origen se encuentra en la Iglesia del Coll y había sido sido territorio de caza de los señores feudales de Barcelona. Posteriormente, diferentes bandoleros utilizaron como refugio las cuevas del Cimanya -al otro lado de la colina del Coll, en el actual barrio del Carmel- que más tarde se convirtieron en importantes minas de hierro.

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El segundo barrio, el de La Teixonera, debe su nombre a Joaquim Taxonera i Cassà, fabricante de calzado y propietario de las tierras de la antigua finca de Can Grau, que parceló para su posterior urbanización, según un proyecto de 1902. El barrio se formó entre 1915 y 1930, siendo conocido como Colonia Taxonera.

A lo largo del siglo XX La Teixonera, como El Carmel y otros barrios de la zona, fue centro de una intensa inmigración del resto del estado, padeciendo una cierta carencia de servicios básicos que no fue subsanada hasta los años 80-90.

Destacan en el barrio todavía la casa de los Taxonera, situada en la calle del Besòs, que actualmente es de propiedad municipal y acoge una residencia de ancianos y otros servicios. También la parroquia de San Cebrià, ubicada en la calle Arenys, que ejerció de centro social del barrio a causa de la falta de equipamientos y espacios cívicos, hasta que en 1995 abrió sus puertas, al lado mismo de la parroquia, el Centro Cívico Teixonera. También ha sido importante la reordenación de la Plaza Taxonera, situada en la salida de la nueva parada de metro, que hoy es un céntrico punto de encuentro y de relación del barrio.

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