¡Feliz 2020!

Una compañera compartía el otro día un apunte legal sobre el 2020 que recomendaba no aceptar ningún documento con fecha formato XX/XX/20, ya que detrás del 20 podría poner cualquier número entre el (20)00 y el (20)19. Esta anécdota tan aparentemente fuera de contexto me hizo volver a reflexionar sobre lo deprisa que pasa el tiempo y cómo hemos cambiado (o no) en estos… ¡20 años!

A raíz de eso me puse a revisar mis fotos subidas en las redes sociales y, sobre todo, los posts de este blog (y de su versión anterior en blogspot) y me di cuenta que hay un concepto que se repite siempre y que a veces no somos del todo conscientes de la importancia que tiene: la gente, mi gente, esa gente que siempre ha estado ahí, esa gente que ha llegado para quedarse, esa gente que pasó fugazmente pero que te marcó de una manera especial, la que viene y va, la que se roba un trocito del corazón o la que te deja dándole mil vueltas a la cabeza.

Y en este balance de 2019 eso no iba a ser diferente. Ha sido un año extraño. También en una comida con jóvenes compañeras de trabajo, hablando sobre Erasmus o másters en el extranjero, yo definía este período mío como mi Erasmus laboral, ese que no pude hacer de estudiante y que las vueltas de la vida me lo regalaron a mis treinta y muchos. ¡Y quién me lo iba a decir en esos 2000 que esto podría llegar a pasar!

Lo interesante (o el problema) es que no fueron seis meses de un semestre, que al final fue un corto/largo año y medio. Quizás esa dualidad sea la que define mi estado al intentar hacer balance de este 2019. Hace un año escribía estas líneas desde el otro lado del charco, en una habitación en Santa Catalina, uno de los lugares increíbles a los que te gustaría poder volver una y mil veces, y comentaba lo difícil que es estar lejos de tu familia y tus amigos. Y ahora, que escribo este post desde la salita de casa de mi abuela, lo hago echando de menos a mi familia y amigos panameños. Una familia no de sangre, pero que hicieron de mi estancia allí un período muy especial y a la que no puedo más que agradecer, por los ratitos, las cervezas, los vermús alargados hasta el anochecer, las cenas improvisadas, las excursiones, los largos días de trabajo, los proyectos compartidos, los ánimos durante los días de agobio, la compañía cuando te sentías triste y lejos de los tuyos, las experiencias, los aprendizajes y las risas. Guardaré este año y medio como uno de los mejores tesoros y, de verdad, espero poder seguir manteniendo el contacto y reencontrarme con todos más de una vez.

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Y en los cuatro meses de vuelta… ¡caos! Feliz de reencontrarme con los míos, de poder compartir esas cosas (buenas y no tan buenas) con la familia, de los planes cumplidos (y sin cumplir todavía) con los amigos, de nuevos compañeros en un nuevo proyecto laboral inspirador, de estrenar nuevo pisito en las alturas… Nunca sabes cuál es la mejor decisión que tomas o podrías haber tomado, pero, por ahora, me quedo con lo que tengo y ¡con muchas ganas de empezar un 2020 lleno de mil aventuras nuevas que compartir! 

Gracias, una vez más, por ser y estar.

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