Desde siempre, cada vez que aparece una nueva tecnología que supera la anterior, aparecen defensores y detractores, personas que ven un avance que ayudará a mejorar la calidad de vida y las posibilidades de ocio, otras catastrofistas que pronostican la muerte de todo lo anterior. Además, los de esta última categoría vaticinan consecuencias nefastas que en algunos casos, incluso, pueden afectar a la salud de los usuarios. Y en esta época, donde todo sucede a tanta velocidad que muchos son incapaces de asumir los cambios e integrarlos con normalidad en su vida cotidiana, estos presagios parecen no alejarse tanto de la realidad.
Internet y todas sus aplicaciones han traído muchas cosas buenas, pero también tienen su lado negativo que se traduce en forma de trastornos que afectan a aquellas personas que, como comentábamos, no han sabido integrar correctamente las nuevas tecnologías a su vida y se vuelven demasiado dependientes a ellas.
Quizás esa dependencia se ha acentuado con la generalización de los smartphones, que permiten estar conectados cuando y desde donde el usuario quiera. Tanto, que ha provocado la aparición de una enfermedad denominada “nomofobia” u obsesión por el teléfono, y que provoca que las personas necesiten tener el dispositivo todo el tiempo en la mano o que en menos de un minuto deban mirado varias veces si han recibido alguna notificación. Un poco relacionado con la “nomofobia” está el “síndrome de la llamada fantasma”, que se da cuando el usuario cree recurrentemente que el teléfono suena o vibra pero no lo hace. Y otro trastorno más curioso es el “SMS sonámbulo”, que afecta a personas que se llevan el teléfono a la cama y se despiertan parcialmente al recibir un mensaje o notificación, enviando una respuesta en estado de semiinconsciencia. Ya os podéis imaginar cómo pueden ser esos mensajes enviados sin ser del todo conscientes de lo que se está escribiendo…
Google tampoco se queda atrás en este tema de las enfermedades provocadas por la tecnología. El buscador que facilita toda la información, también provoca que cada vez más evitemos ejercitar nuestro celebro. Esto se ha llamado “efecto Google” y se da cuando en vez de intentar recordar algo, directamente acudimos al buscador en vez de pensar en ello. Pero no sólo eso, Google también se ha convertido en la mina de los hipocondríacos que han desarrollado la “cibercondria”: personas que cuando se sienten mal no acuden al médico sino que buscan por la red y se automedican por recomendaciones que encuentran en ella, lo que puede derivar en complicaciones de la enfermedad, si ésta era real, o en nuevos síntomas producidos por medicamentos mal administrados.
Los smartphones acentúan la dependencia a estar permanentemente conectados
Y no podían faltar las redes sociales. Los trastornos relacionados a ellas pueden ir en dos sentidos: el primero, que el usuario tenga muchos amigos en la red y que solo se comunique a través de ella, teniendo que mantenerse siempre atento de las notificiaciones, actualizaciones y comentarios de los contactos y frustrándose cuando no ha podido comentarlo todo; y el segundo, que el usuario haya conseguido muy pocos amigos en la red y se deprima por ello.
Podríamos seguir la lista de trastornos y enfermedades generadas por las nuevas tecnologías pero probablemente no tendríamos suficiente espacio en este artículo para todas. No obstante, desde mi punto de vista creo que el problema principal y desencadenante de la mayoría de ellas vuelve a ser que no nos enseñan a utilizar esas tecnologías, y menos todavía a utilizarlas en su justa medida.
Publicado en 50×7.com el 12 de noviembre de 2013