Será que voy demasiado cansada como para pensar con claridad, que vuelvo a tener otra de esas temporadas de tengo muchas ganas de hacer cosas pero poca gente con la que compartir, que casi todo el mundo desaparece al llegar el otoño y que no cuento en los planes invernales. Que se hacen demasiadas promesas que no se cumplen o que he esperado demasiado de una realidad completamente contraria. Pero echo mucho de menos los planes compartidos, los cafés, las caminatas, las confesiones, las risas, el «bueno, ya hemos arreglado el mundo», los pequeños momentos para conservar en cofres del tesoro… Echo de menos muchas cosas que quizás no existen o que me hubiera gustado que existieran.
Una vez más, seguramente es problema de no querer aceptar la realidad, primer paso para cambiar las cosas…
Oh! Qué bonito! Qué verdad mas verdadera. Qué «saudade»… de las nostalgias que una sabe que todo va a ir bien, a pesar de que hoy «no arreglemos el mundo». Pero yo brindo por esos momentos de los que hablas, aunque sea con té verde (que el café me sienta muy mal ;))