Estaba enamorada. Sí. Ya no conseguía autoengañarse con mentiras piadosas ni razonamientos inventados. Y temía ser incapaz de disimularlo delante de todo el mundo. Pero tampoco hubiera servido de nada confesar un amor imposible. Porque sabía que era imposible. Por él. Por las circunstancias. Por haberse conocido en el lugar y el tiempo equivocado.
Y delante de aquellas frases que confesaban por ella, se acordaba de la historia de Montescos y Capuletos. De como hacía tiempo que se había cansado de ser Julieta soñando utopías detrás de la ventana de su balcón. De como había querido salir huyendo.
Y de como había vuelto a caer en la misma trampa. Aunque en el fondo aquello era una buena señal: seguía viva y seguía siendo ella…
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Sentimientos… sean malos o buenos nos hacen sentir vivos, pero el amor, ese extraño sentimiento a caballo entre la felicidad más elevada y la tortura más cruel, es el más complicado de todos. ¿Cuantas veces habrá venido a castigarme? es algo que ya no quiero ni recordar…
Por él he hecho las cosas más locas de mi vida y siempre me ha pagado con la misma moneda. Sin embargo, después de los golpes, ha llegado por fin la calma. Esa calma que solo da el saber a lo que te enfrentas. Me quedo con lo que dice la canción: «Que me sienta bien, que me atreva más, que el peso de lo que no pudo ser, no me impida echar a andar…».
Si ha venido a llamar a tu puerta y solo te ha traido decepción, ¡ánimo! Entiendo como se siente eso.
No es fácil Raúl, menos cuando el corazón se entesta en darle vueltas a historias imposibles. Pero me gusta la filosofía de la canción, así que será cuestión de aprendérsela y aplicarla. ¡Gracias por los ánimos!