Tengo que agradecer a mis tiempos de «jefecilla» de la sección mascotas que me enseñó a querer y entender a los animales y a todas aquellas personas que se decidan a este campo. Guardo muy buen recuerdo de muchos momentos y de gente y espero poder seguir colaborando con ellos. Especialmente la gente de ADDA, a la que ya le he dedicado algún post, y también a Altarriba, que les dedico este. Un viejo artículo que aparte de en el Diari salió en su revista.
El Refugio Familiar no es una protectora cualquiera. Eso se nota des de el momento que uno se acerca al lugar donde se encuentra. Y una vez dentro, nada en él hace recordar un refugio para animales convencional. Al revés, los animales pueden disfrutar de una masía entera con un gran terreno para ellos, disponen de zona verde, de bosque i incluso de dos zonas de agua donde poderse bañar. El Refugio familiar tampoco funciona como otras protectoras. No recoge animales directamente de la calle ni ofrece al público perros o gatos en adopción. El animal que llega a este centro es para quedarse para siempre y disfrutar de una “jubilación” que le compense de las situaciones de maltrato, desamparo o abandono que ha vivido anteriormente.
Por todo esto, des de Diari de Girona nos interesamos por conocer el centro y a mediados de agosto concertamos una visita a El Refugio Familiar que nos ayudara a entender su funcionamiento y su filosofía. Así, una de las primeras cosas que uno descubre al llegar allí es que no es una protectora que se haya creado con el tiempo por la necesidad, sino que la Fundación Altarriba ya detectó en el momento de su fundación que se necesitaba un espacio donde se pudieran destinar aquellos animales que, por su situación o edad, no pudieran ser introducidos de nuevo en una familia. Las circunstancias en las que llegan los animales son realmente dolorosas, trágicas en muchos casos, ya que hay animales que son muy viejos, que están ciegos o que tienen traumas por los constantes maltratos que sufrieron de sus dueños o de otros animales.
Situado en una zona protegida de la provincia de Girona llamada el Massís de Cadiretes, el Refugio Familiar consta de una antigua masía restaurada de dos plantas y de seis hectáreas totalmente valladas. Glòria Casas, fundadora de la Fundación Altarriba y presidenta del Patronato es quien lleva el centro y le dedica las 24 horas del día los 365 días del año. Ella, con la ayuda de algunos colaboradores y voluntarios, prepara la comida, medica, vigila, lleva al veterinario y controla que todo esté en orden y que no haya conflictos entre los animales. Además todos los animales se miman, se bañan, se cepillan y se juega con ellos. En definitiva, se intenta compensar a los animales del daño que han sufrido anteriormente y ofrecerles una vida mejor, más tranquila, cómoda y satisfactoria. Casas se ha convertido así en mucho más que una simple cuidadora, en una amiga que conoce a todos y cada uno de sus animales, no sólo por sus nombres, sino también por sus manías o por sus sonidos. Y los inquilinos del Refugio le han sabido compensar con mucho cariño y la aceptación de unas mínimas normas de convivencia.
En el Refugio Familiar conviven unos setenta animales entre perros y gatos, además de tres mapaches, un grupo de gallinas y una familia de patos salvajes que llegaron durante la última escala migratoria y que se quedaron en el centro al ver que la zona estaba bien y que además había quien les alimentaba.
Los animales viven todos más o menos en armonía en un paraje idílico. Aunque para evitar posibles conflictos o peleas, hay dos grupos de perros separados del resto, cada uno con su propio espacio para moverse, aunque además, también salen varias veces al día para disfrutar del bosque, un espacio más amplio o simplemente de la compañía y los juegos de Gloria Casas u otros colaboradores. El resto de perros viven en la masía completamente a sus anchas. Cuando quieren salen al terreno, sino se quedan en el interior, se estiran en el sofá, suben las escaleras en busca de los gatos o se quedan en la cocina –sobre todo los más mayores-. Y los gatos se han apoderado de la planta superior que los cuidadores han adaptado para que no les falte de nada. La mayoría disfruta simplemente con salir a la terraza y tumbarse al sol, aunque más de uno a descubierto la manera de escabullirse y salir al campo –dentro de los límites del Refugio- o bajar con los perros para jugar o pelearse por alguna chuchería.
Los mapaches, llevados al refugio después de sufrir maltratos y de vivir en pequeñas jaulas, tienen habilitado un espacio con casetas y árboles por los que se puede mover, jugar y comer con libertad. Las gallinas también tienen su propio espacio cerrado y los patos se han hecho con uno de los lagos que hay en las instalaciones.
Cada uno de los casos y las historias de los animales que han ido a parar a el Refugio Familiar es propia de la peor de las pesadillas que uno pueda imaginar o de cuentos de terror que en éste caso se convierten en hechos reales que deberían remover la conciencia de todo el mundo. Como en todas las protectoras, los animales que entran en este centro han sido abandonados o maltratados física o psicológicamente. Pero el Refugio es una garantía a largo plazo porque el que entra es para quedarse. En él no hay listas de animales en adopción sino recompensas que ayuden a empezar una nueva vida y a superar traumas anteriores.
Cada animal tiene su propia historia. Como por ejemplo la de Metro, que es uno de los casos más conocidos porque protagonizó titulares de diarios ahora hace seis años cuando fue lanzado por su propietario a las vías del metro de Barcelona de una patada. Tenia entonces unos dos años y su rescate obligó a paralizar dos líneas de metro durante tres horas, hecho que fue muy criticado por algunas personas. Pero ahora vive feliz y le encanta jugar con sus compañeros. Junto a él, hay muchos perros que fueron abandonados por viejos, algunos incluso ciegos o con problemas de movilidad. Esos acostumbran a dormir en la cocina y tienen una media de edad de 15 años.
U otro de los perros que también tiene una historia peculiar, un trauma muy difícil de superar. Tanto es así que incluso ahora cuesta acercarse a él por el miedo que le dan las personas y los otros animales. Los cuidadores explican que este can había sido maltratado en su antiguo hogar.
El caso de los gatos es similar. Viven en el piso de arriba aunque como indicábamos antes, muchos han encontrado la manera de salir y pasear por el campo o para pasar el rato con los perros o en compañía de las personas que saben que van a estar por ellos.
Y, como también citábamos antes, en el Refugio también hay mapaches. El primero en llegar fue Panchito, que vivía en una pecera en una tienda. Campanilla llegó después procedente de una jaula en la que vivía sola y de donde sólo salía para que la pinchasen. Ahora tienen su propio espacio con casetas y árboles para jugar. El caso de los animales llamados exóticos puede aumentar, no sólo en el refugio, sino en todas las protectoras porque, como indican des de Altarriba, las personas no son concientes de lo que representa tener un animal de este tipo en casa y cuando reaccionan es demasiado tarde y la solución más fácil, aunque también la más cruel, es abandonar.
Pero a pesar de la crueldad de algunas personas y de las dificultades que internas que supone sacar adelante un centro como el Refugio Familiar, los animales que viven en, además de comida y un extraordinario lugar para vivir, cuentan con lo que es quizá lo más importante, el cariño y los cuidados de las personas que conviven con ellos y de los que fueron privados en otros tiempos.