Recupero este tema también porque creo que es muy representativo el papel de «una mujer» en la creación de un mito. Tal vez sea cierto aquel refrán que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Dejo para la próxima nota mi reflexión personal…
El Periódico. Arturo San Agustín
La verdadera historia la sufren los ciudadanos, la escriben los periodistas, la inventan los historiadores, la interpretan los políticos y son los fotógrafos, algunos fotógrafos, quienes mejor la cuentan.
Con la piel y la Leica
Donde mejor se leen, por ejemplo, algunos capítulos de la guerra española es en determinadas fotografías de Robert Capa, seudónimo de Endre Ernö Friedman, un húngaro que nació el 22 de octubre de 1913 con tanto pelo que ya parecía que había estudiado el bachillerato. La guerra española fueron muchas cosas, pero Robert Capa, armado solo con su Leica, fue capaz de explicarla con una sola fotografía: aquella en la que un miliciano es abatido en el cerro Muriano, en el frente de Córdoba, el 5 de septiembre de 1936. O con aquella otra, menos conocida, en la que un triste soldado barcelonés, calzado con tristes zapatillas de cuadros muy usadas, le habla quizá del futuro a su novia en un banco del paseo de Gràcia.
Todos los fotógrafos de mi generación, también Agustí Carbonell, querían ser Robert Capa, que además era alto, atractivo, y por eso podía encelar incluso a Ingrid Bergman. Tengo muy estudiado que las maneras oblicuas y un tanto canallas de mirar y fumar que usaba Humphrey Bogart en sus películas las copió de Robert Capa. Por eso triunfó el amigo del pianista.
Cuando hablamos de Robert Capa todos nos olvidamos de alguien que fue decisivo en su vida y probablemente también en su fama. Nos olvidamos de Gerda Taro, su compañera y amante, una atractiva y audaz judía alemana que sabía llevar las boinas y amanecer tierna incluso en tiempo de bombas. Nadie, ay, ha fotografiado mejor el amor con pijama que Robert Capa. Sin ella, sin la mujer vestida con pijama de hombre, sin Gerda Taro, quizá nuestro protagonista solo hubiese sido un húngaro desaliñado. Gerda Taro, que en realidad se llamaba Gerta Pohorylle, le echó imaginación al asunto de la fotografía y decidió convertir a Endre, su amor húngaro, en el reportero estadounidense Robert Capa. Y fue así, con este nombre y apellido, más publicitarios, más artísticos que los verdaderos, como comenzó todo.
Una noche en Granada
Gerda Taro fue la primera fotógrafa de guerra que murió en un frente de batalla. Murió en Brunete, tras ser aplastada por un tanque. Robert Capa murió en otra guerra, en la de Indochina (ahora Vietnam), al pisar una mina.
Una noche, en Granada, el poeta Rafael Alberti me habló de Gerda Taro, aquella alemana que al llegar a España adoptó muy pronto el mono y las alpargatas de muchos milicianos españoles. Y a su lado, otro poeta, Jose Agustín Goytisolo, volvía a revivir aquel bombardeo sobre Barcelona que acabó con la vida de su madre en plena calle.
Quizá algunas de las fotografías inéditas de Robert Capa que se acaban de encontrar, las que muestran los horrores de una Barcelona asediada, nos enseñen a leer mejor, mucho mejor, todo lo mucho y malo que sufrió nuestra ciudad en aquellos tiempos de bombas, aquellos tiempos en los que Gerda Taro amanecía tierna y con pijama.