Porque para mi, el 15 de agosto siempre traerá recuerdos de viajes al sur, de días compartidos con las abuelas y las tradiciones, de ermitas que se caen en pedazos, de vírgenes que hay que engalanar, de un niño que te mira como pidiendo que lo saquen de esa urna, de voces que lanzan quejíos al aire y, de repente, el silencio y la emoción. Y después, fiestas, rumbitas, bulerías y sevillanas. Y risas, muchas risas.