Porque en los momentos de fuga, es mejor tener las cosas claras. Porque esto es un «hay que volver a empezar». Porque sí o sí, hay que seguir adelante…. Y esa era la intención, y consiguió unos días de tranquilidad. Pero cayó de nuevo en las mismas trampas del destino y volvió a quedarse prendada de otros mundos y otras maneras de hacer. De que un volver a empezar en el mismo sitio y de la misma manera es muy complicado. Y que imaginarse cosas que no son ni van a ser acaba por hacer añicos un corazón suficientemente roto ya…
El que se fuga sólo suele tener claro dónde (o cómo) no quiere estar (o volver a estar). Y muchas veces, aunque uno crea lograr escapar, acaba retornando a la situación anterior (aunque su nombre -o color de ojos- sea distinto). ¡Y es que el destino lo es todo en cualquier fuga!
También es normal prendarse de cosas vistas en escaparates o fruto de vivencias efímeras o situaciones fugaces. ¡Qué rápido captan nuestros sentidos aquello que tanto se ansía!
Sucede que en tierra nueva, uno suele explorar y «estar abierto» a lo que se encuentre. Por el contrario, en terreno supuestamente conocido, uno busca las calles que más cómodamente le lleven al destino que desea. Y son normales las decepciones, porque ni el destino deseado es en realidad conocido, ni las calles que llevan a él aparecen en mapa alguno.
Todo queda en manos (y quien dice manos, dice cualquier otra anatómica parte) de la intuición, de la pasión, los instintos y… la experiencia. Como los pájaros, que vuelan al sur (o al norte) sin brújula alguna. Quizás no van rectos. Quizás no usen el modo más cómodo. Pero avanzan y no dan vueltas sobre el mismo sitio (salvo los buitres, pero eso es para finalidades distintas).
Y la imaginación… imprescindible. Pero no para «crear» cosas o personas o mundos fantásticos. Sino para «recrear» las percepciones. Para ver de forma distinta lo que siempre (o desde siempre menos ‘x’ tiempo) ha estado ahí. Para actuar de forma diferente a como hasta ahora se ha actuado. Para aceptar lo hasta ahora inaceptable y para no aceptar lo que hasta el momento se aceptaba.
En inglés «will» es futuro. En alemán, «will» es querer con intensidad algo. Si se quiere, sucede.
Y por último: el corazón únicamente se cura con más corazón. Sólo nuevas células son capaces de reparar los daños de las antiguas. Cualquier otro medio de reparación es sólo un remedio temporal que tarde o temprano fracasa. Querer mucho (a los demás y ¡a uno mismo/a!) es una magnífica medicina frente a todo y simplifica enormemente las cosas.