Todavía falta rato para las nueve de la mañana del lunes 19 de abril, y en la puerta del consulado español en Londres empiezan, según refleja la expresión del Guardia Civil que vigila el acceso, a concentrarse más personas de las habituales. Y la mayoría con la misma duda: comienza el quinto día de restricciones aéreas y no se sabe cuando volverá a haber vuelos y, mucho menos, cuanto tardarán las compañías en absorber todos los pasajeros acumulados. “¿Qué opciones tenemos para volver a España?”.
Los señores de recepción nos derivan a la asistenta social, que tarda más de media hora en abrir su puerta para atendernos. Después, intenta buscar la manera más rápida de deshacerse de nosotros repitiendo el “parte oficial” que todos habíamos escuchado o leído en los medios. Viendo que esta estrategia no le servía y con los nervios despuntando, nos comunica que el cónsul, sus adjuntos, personal de la embajada y representantes de Madrid están reunidos para decidir “qué hacen” y nos invita a esperar las conclusiones de su encuentro.
Pasan más de dos horas hasta que un par de los cargos del consulado bajan a comunicar sus decisiones a la funcionaria. “Me dicen que desde Madrid no se piensa evacuar a nadie y que ni la embajada ni el consulado harán nada” para ayudar a los españoles tirados en el Reino Unido. Evidentemente la última parte de la frase no salió directamente de ella, pero quedó muy clara en su tono. Os tenéis que espabilar por vuestra cuenta. Y si habéis escogido una compañía de bajo coste que no se hará tampoco cargo de ningún gasto, es vuestro problema.
Se dignan, muy de mala gana y viendo que no pensábamos abandonar el recinto tan fácilmente, a pasarnos los teléfonos de algunas compañías de transporte pero una de ellas no saben ni si existe todavía. Indignados, salimos para plantear la situación al más de centenar de personas que ya se habían congregado a las puertas del consulado. Evidentemente nadie pensaba aceptar que mientras Zapatero se comprometía con Brown para ayudar a volver a los ingleses a su casa (titulares de los diarios de ese mismo lunes), dejaba tirada a su gente.
Viendo que nadie pensaba irse y que la acumulación de personas dificultaba incluso el tráfico, con un peligro real de provocar un accidente, el agente de la puerta intentó enviar a todo el mundo a una plaza cercana. Pero nadie tenía intención de moverse. “Está bien. Escoger un par de portavoces que podrán volver a entrar para que les expliquen la situación”. Pero cuando se dirigen otra vez a la sala de la asistenta social aparece una segunda funcionaria en escena que, de mala manera, les escupe un “pero qué os habéis pensado, que esto no es una agencia de viajes”.
Al final, Ignacio, Rafael, Juanma, Dani y Ricardo, convertidos en líderes del grupo, salieron del consulado con la misma conclusión: os tenéis que espabilar por vuestra cuenta si queréis volver a España y, si no, pagaros los gastos que se os presenten aquí. Pero la situación de incertidumbre provoca mucha inquietud a todo el mundo y la mayoría tenía prisa por volver a casa: gente mayor que necesitaba medicamentos –por cierto, las “asistentes sociales” tampoco tienen muy claro donde se podía conseguir una receta en Londres-, padres con niños que empezaban a sufrir el cansancio, trabajadores que tenían que reincorporarse a su lugar de trabajo…
Así que la decisión fue unánime: organicémonos y busquemos la manera de volver. Afortunadamente teníamos el contacto de una empresa de autobuses de San Sebastián que recogía ese mismo lunes a otro grupo de españoles y que puso a nuestra disposición dos autocares para el día siguiente. A pesar de todo, todo el mundo seguía preguntándose para qué sirve tener representación institucional en un país si a la hora de ayudar a sus ciudadanos no hay respuesta. “Nadie quiere que nos paguen nada, pero se hubiera agradecido colaboración y un trato mejor”, comentaban los afectados en conversaciones posteriores. “Como mínimo para hacer las llamadas, ofrecer garantías a la empresa y a nosotros y recaptar el dinero de la gente”, para no tener que hacerlo en medio de una plaza y entre desconocidos.
A partir de aquí el día no fue tranquilo para nadie. A pesar que parecía que al día siguiente podríamos volver a España, todo el mundo esperaba a estar en el autobús para tener la certeza de que podríamos irnos y las conversaciones se veían monopolizadas por el viaje y el trato recibido en el consulado. El martes fue un día afortunado para los que subieron al autobús, pero fueron muchos los que no pudieron evitar las lágrimas cuando vieron que nadie había faltado y que no quedaban más plazas. Realmente la sensación de impotencia en esos momentos era generalizada. “¿Tanto le cuesta a la embajada tirarnos un cable?”, volvía a repetir alguno.
A pesar de esto, y de las más de 20 horas de viaje sólo hasta San Sebastián, las despedidas eran optimistas. “Es toda una experiencia que no pensábamos nunca que viviríamos: hemos alargado nuestras vacaciones en Londres, hemos viajado en bus por media Europa, hemos cruzado en Canal de la Mancha por el Eurotúnel, hemos conocido mucha gente y muy interesante y hemos podido incluso hacer turismo por San Sebastián” y todo por una nube de ceniza que expulsa un volcán en Islandia. Si, mirado por el lado positivo, ahora formamos parte de la historia y lo podemos explicar.
Dos apuntes. Primero, agradecer de nuevo a todos mis compañeros de viaje por las gestiones, la organización y los buenos momentos que compartimos. Como ya he dicho mil veces estos días, si por algo ha valido la pena toda esta odisea es por conocer gente así. Y segundo, no me olvido de la gente de aquí, que siempre es lindo saber que hay alguien que se preocupa por ti y está dispuesto a ayudarte. A todos… ¡gracias!
Hola Laura, muy buena entrada, leer estas líneas ha sido recordar la pesadilla de los dos últimos días en Londres. Lo mejor las personas que allí nos conocimos, lo peor el trato recibido por parte de nuestras instituciones.
Buen relato de las vivencias de un grupo de españoles desconocidos entre ellos, que unieron sus sus fuerzas para regresar a sus casa.
Gracias a todos por vuestra confianza.
Has descrito esta experiencia muy bien,y como todos,pensamos que nuestra embajada en aquel pais solo nos sirvio para decir que estuvimos alli,la ayuda nula y el trato de pena,ojala «alguien» tomara medidas…pero bueno nos quedamos con lo mejor,salimos de alli ,hicimos nuestro viaje de vuelta muy agusto con la gente que conocimos, y disfrutamos de la experiencia .Para nosotros ha sido un placer y os damos las gracias a todos por la paciencia que tuvisteis con los niños,como fueron los unicos agradecemos mucho el trato, y repito,la paciencia que tuvisteis con ellos,muchas gracias a todos por todo,un besazo muy fuerte y ya sabeis donde estamos si venis por Madrid,por cierto el proximo viaje ¿a donde?,ja,ja,un beso
Para el próximo viaje… ¿os apuntáis a Islandia a ver el dichoso volcán? jajajajaja Gracias por los comentarios y, por lo de los niños… ¡si son una maravilla! prácticamente no se oyeron en todo el viaje y además, nos lo pasamos muy bien con ellos. Ah! y eran la excusa perfecta para ver pelis de dibujos 😛 que si no luego la gente me mira raro, jajajajaja. Y si venís por Barcelona ¡¡¡avisarme!!!
Me parece buena idea lo de ir al volcán, pero ofrecemos a los de la Embajada como sacrificio humano para apaciguarlo!!
Bueno, al menos ya tenemos una historia nueva que contar, con final feliz. Y no hubo ningún problema con los niños! Ojalá mis sobrinos se comportaran así de bien!!
Saludos!