Salt: el transfondo del paro

JOSEP PLAYÀ MASET | La Vanguardia

El detonante ha sido la inseguridad ciudadana. Pero el trasfondo real del problema de Salt es una crisis económica que se ha cebado especialmente en la población inmigrante, con unas cuotas de paro que triplican la media del país y se sitúan entre el 40 y el 50% de la población activa de origen extranjero.

La alcaldesa socialista de Salt, Iolanda Pineda, lo ha dicho en más de una ocasión: «Salt es el laboratorio de la Catalunya del futuro en el tema de la inmigración». Y esta semana se ha empezado a demostrar, por si alguno aún no se había enterado. Salt, que este próximo miércoles 3 de marzo celebra el 27. º aniversario de su independencia de Girona, vive estos días momentos de tensión que hasta ahora se han podido controlar porque no deja de ser una población pequeña y porque su tejido asociativo es lo bastante fuerte y consolidado como para aislar las actitudes más provocativas.

Pero ha bastado una manifestación espontánea para pedir más seguridad, una pelea por una plaza de aparcamiento o una discusión a la puerta del Ayuntamiento para que aflorasen las pugnas subyacentes entre quienes están más afectados por la crisis en ambas comunidades, la de los inmigrantes y la de los autóctonos, sin que sea posible hablar de dos bandos compactos enfrentados.

-Parlo català i sóc del Barça, què passa?

-Pues yo soy español de siempre

Este diálogo, escuchado esta semana en la plaza del Ayuntamiento de Salt, no era entre un independentista catalán y un españolista, sino entre dos jóvenes de Salt: el primero, un magrebí que vino aquí con sus padres hace veinte años, cuando tan sólo tenía tres, ha ido a la escuela y habla perfectamente el catalán; el segundo, un joven nacido aquí, de padres andaluces, que sigue hablando en castellano. Uno y otro forman parte de la segunda generación de los inmigrantes – la española y la extranjera-y ahora afrontan una crisis que nunca antes habían conocido. Los dos están en el paro. Los dos compiten por un puesto en el mercado de trabajo, por los cursos de inserción laboral, por beneficiarse de los servicios sociales o lograr alguna de las escasas ayudas económicas. Assane Mane, coordinador de la Asociación de Senegaleses para el Desarrollo, cree incluso que hay una disputa entre comerciantes e insinúa que «algunos no han entendido que Salt ha cambiado y que a lo mejor los chinos o los pakistaníes hacen mejor oferta en sus tiendas».

¿Qué tiene Salt distinto a otras ciudades? En primer lugar, que ha crecido desmesuradamente en los últimos diez años por la llegada masiva de extranjeros. Del 6% de inmigrantes del 2000 se ha pasado al 43%, a finales del 2009, un porcentaje desconocido en toda España si exceptuamos algunos municipios turísticos donde a los extranjeros se les suman los turistas jubilados del centro y el norte de Europa. Salt es la ciudad dormitorio de Girona y su entorno. Otra característica es el peso de la población de origen marroquí. Por cada tres residentes con nacionalidad española, hay uno que es marroquí. En Salt son 4.904 marroquíes, el núcleo extranjeros más numeroso, pero además hay 1.854 ciudadanos de Gambia, – la mayor concentración de toda España-,727 de Mali (con un aumento concentrado en los últimos dos años), 534 de Senegal, 367 de Nigeria y 322 de Ghana. Más de la mitad de los inmigrantes se consideran musulmanes. Por el contrario hay muy pocos latinoamericanos, excepto hondureños (en realidad, hondureñas, porque son casi todas mujeres). En conjunto es una población inmigrante con claro predominio masculino.

Salt ha concentrado además a sus inmigrantes en el centro de la ciudad, en los bloques de pisos que hace casi cuarenta años acogieron a otros inmigrantes procedentes de Andalucía y Extremadura. Esto hace que su presencia sea aún más visible. En apenas tres kilómetros cuadrados viven unos 15.000 extranjeros. La mayoría vino para trabajar en la construcción y en los servicios y ahora se ha quedado en el paro.

Los más antiguos habían traído ya a sus mujeres e hijos. Los últimos en llegar, procedentes de Mali, Nigeria, Ghana y Senegal, suelen ser aún hombres solos. Un responsable de una ONG apunta la posibilidad de que esa mayoría de hombres jóvenes explique también el incremento de la prostitución. La Associació Comunitària Anti-Sida de Girona (ACAS) ha detectado una cincuentena de pisos en Salt donde se ejerce clandestinamente la prostitución.

En ese barrio del centro, los inmigrantes representan al 80% de la población, y el resto corresponde a una población autóctona bastante envejecida. Muchos jóvenes autóctonos han marchado. Muchas familias catalanas llevan a sus hijos a escuelas privadas de Girona. Y como consecuencia, escuelas e institutos registran entre el 70 y el 80% de extranjeros.

En tiempos de bonanza, Salt era un laboratorio con experiencias de integración modélicas. El papel de entidades como Cáritas, la asociación EINA, la fundación SER. GI o la escuela de adultos ha sido ejemplar. Pero ahora «la crisis ha tenido un efecto devastador».

Y la sensación de muchos de los que llevan años trabajando con la inmigración es que sólo están para apagar el fuego, pero lo que falta es un plan más ambicioso para corregir las necesidades de vivienda o los planes de formación. La alcaldesa está de acuerdo. Las familias no tienen dinero para comprar o reformar los pisos. La falta de formación dificulta la reinserción laboral en otros sectores menos afectados por la crisis. El paro provoca frustración entre los más jóvenes. En contra de lo que pueda parecer, en el tema de la seguridad ciudadana no hay tanta discrepancia.

Mohamed Attaouil, presidente de la asociación Al Halil, ha sido el primero en exigir más seguridad y ha recordado que su negocio ha sufrido hasta cuatro robos. Assane Mane afirma que «la solución está en los juzgados, si hay delitos deben ser castigados según la ley, sean de donde sean». Ellos también piden más seguridad, como las pancartas que irrumpieron en el pleno de hace una semana portadas por gente que se otorgaban la carta de autóctonos. Desde las asociaciones de vecinos y de comerciantes se levantan voces no sólo contra la reincidencia delictiva, sino también por la falta de ayudas. Es esa percepción, que el Ayuntamiento desmiente tajantemente, de que el recién llegado recibe ayudas que se niegan al de aquí.

Pero lo que más preocupa, más allá de esas heridas emocionales, es la presencia en la calle, como primeros afectados por la crisis, de los jóvenes de la segunda generación. También en eso Salt es pionera, porque aquí llegaron los primeros marroquíes hace veinte años, como en Vic o en Manlleu, antes incluso del boom migratorio. Una cuarta parte de los marroquíes de 20a 30 años son nacidos aquí o llegaron con pocos años y han realizado todo el trayecto escolar aquí, hablan catalán y se sienten de Salt. «En Marruecos somos extranjeros y aquí también», clama Hassan, un joven de 20 años, que llegó hace diez, dejó los estudios sin alcanzar la ESO y ahora está pendiente de que le vuelvan a dar trabajo en una obra. Pendiente del paro, pendiente del futuro.

Es uno de los mejores análisis que he leído/visto estos días sobre lo que sucede en Salt. Sólo le falta un poco de histórico: es cierto que ha sido un banco de pruebas, que hasta ahora ha ido bien porque existe un tejido asociativo suficientemente fuerte para controlar los problemas y, sobretodo, porque la gente es tolerante y ha aceptado a los nuevos inmigrantes. Y digo nuevos porque Salt ya tiene experiencia en ello. La mayoría del otro 57% de la población tampoco es catalana. Son andaluces, extremeños, etc. O como mucho, hijos de esos primeros inmigrantes de los años 60 y posteriores. Yo, sin ir más lejos, soy de la primera generación de mi familia nacida en Catalunya. No obstante, siempre ha habido reticencias, sobretodo entre la gente más mayor. Y esto sucede por el desconocimiento y por, aunque suene cruel, la incultura: los nuevos son mucho más diferentes, vienen de otro país, tienen otra cultura, otras costumbres, otra religión… Y no se ha hecho nada en los últimos 12 años en este sentido. Mentira, se ha intentado desde las asociaciones, entidades culturales y demás, pero ha faltado una involucración política profunda, que gestionara y tuviera un plan de futuro…
 
Evidentemente, si no se ha hecho nada en 10 años, la crisis de los últimos dos ejercicios ha acabado por romper el cántaro…
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