Poner en palabras lo que sientes o lo que se te pasa de repente por la cabeza no es fácil. En realidad, cada vez parece menos sencillo. No sé si será por aquello de que mi cabecita empieza a estar saturada o porque el corazón recibe demasiados impactos a los que no está acostumbrado: y hay días que lo mandarías todo a paseo y quieres huir lejos para empezar en cualquier otro sitio y otros en lo que no dejarías lo que tienes por nada del mundo.
Y todo esto porque, en el primer momento semi tranquilo de los últimos días, he intentado hacer un repaso de lo que ha sucedido esta semana y poner en orden mis ideas y no he podido. Esa dualidad amor-odio lo hace todo complicado, aunque al final te das cuenta que también es lo que hace que las cosas sean aún más interesantes. Supongo que llegar al equilibrio y conseguir controlar los extremos es a lo que se aprende con los años y la experiencia…