Que triste futuro nos espera

(A raiz de un supuesto testimonio de la batalla entre los del botellón y la policía..)

Ernesto había asistido a otros tumultos, en su juventud. Tampoco entonces había participado en ellos, lo que le había valido la recriminación de alguno. Pero es que Ernesto siempre receló del follón, y más cuando lo promovían aquellos a quienes menos acuciaban los problemas. Siempre tuvo la sensación de que para esa gente, enfrentarse a los sufridos peones de brega del poder era otra de sus aristocráticas formas de diversión. Y bien que lo habían probado algunos, que empezaron en la barricada para terminar en el consejo de administración y el coche con chófer.

Al día siguiente, escuchó en la radio las declaraciones de uno de los ‘pijoborrokas’, como ingeniosamente los llamó un periodista. Daba un motivo para su rebelión: «Es que no nos dejan divertirnos». Y al oírlo Ernesto pensó que estos niñatos de ahora eran en algún aspecto mejores que los de su época. Al menos ellos, andando el tiempo, no iban a traicionar ningún ideal

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