¡Charanga!

 

 

 

 

 

En la foto que yo quería, aparecían dos niñas y un niño detrás del trompetista de la derecha. Pero no salió, tal vez por falta de paciència, tal vez porque ni el trompetista ni los peques dejaban de moverse. Al principio miraban a los músicos con sorpresa y admiración. Poco a poco fueron perdiendo la verguanza y empezaron a bailar, riendo y disfrutando del momento, sin importarles que todo el mundo los mirara divertidos.

De repente, te das cuenta que tu también prefieres la Charanga que el supuesto grupo de rock que está ensayando detrás. Aunque luego acaben por ser foco de uno de los momentos con más risas del viaje. Pero mientras, por culpa o gracias a esas semicompañeras de Camino que acabas encontrando en todos sitios empiezas a imitar a los niños y a bailar al ritmo de canciones populares que hacía mil años no escuchabas.

Sí, ya casi había olvidado lo que era una fiesta de pueblo. Y sí, ¡me encanta! Sobretodo si tienes la suerte de compartirlo con personas extraordinarias…

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